Los principales cambios en los hábitos y comportamientos alimentarios para un consumo más responsable son los siguientes:

• Comer en la propia zona: Aunque no todos los productos están disponibles localmente, un número sorprendente alto sí lo está. Los mercados de frutas y verduras y las comunidades de consumo (agricultura apoyada por el consumidor) están proliferando, lo que facilita mucho la compra local. Este tipo de consumo reduce drásticamente el uso de combustibles fósiles, ayuda a los productores locales y refuerza el sentimiento de comunidad que se ha perdido por completo en el mundo de McDonald's y Walmart.

• Comer productos ecológicos: La agricultura ecológica, aunque no es la panacea, evita o reduce el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos. Esto minimiza no sólo el número de venenos vertidos al medio ambiente (y a nuestro cuerpo), sino también la cantidad de combustible fósil necesario para producir esos compuestos.
  Por desgracia, la mayor parte de este ahorro puede perderse si la fruta ecológica se envía a grandes distancias. Cuando se puede elegir entre local y ecológico, casi siempre es preferible lo local.

• Comer menos carne: Aunque la mayoría de la población mundial sigue actualmente una dieta vegetariana o casi vegetariana, los habitantes de los países desarrollados consumen grandes cantidades de proteínas animales, lo que requiere grandes recursos para su producción y además es perjudicial para la salud.